El Carbunclo, según dicen las leyendas, es un pájaro que, en las noches más oscuras, acostumbra surcar los aires de forma recta y silenciosa. Distinguirlo es muy fácil no sólo por su habilidad para aprovechar las corrientes de aire, sino porque de cada ojo sale un haz de luz, que parece a punto de apagarse. De hecho, más de un conductor lo ha confundido con las luces de algún vehículo.
Suele recorrer los cielos de la parte noroeste de Sonora, sin embargo, se le ha llegado a ver en los valles centrales del estado, e incluso, hay testimonios que refieren haberlo visto en la parte norte de Chihuahua.
Al Carbunclo no le gusta cualquier lugar, prefiere los montes, los caminos que casi nadie recorre, los desiertos o las cuencas de los ríos.
Ama los sitios solitarios y, quizás, es por eso que se sabe muy poco de él.
Aunque no es propiamente un depredador, sí tiene hábitos alimenticios un tanto extraños y que resultan bastante desagradables a ojos humanos y animales. Si este pájaro encuentra en su camino a alguna persona o animal, de inmediato, se lanza contra éste y, antes de que pueda reaccionar, le arranca los ojos de sus cuencas, para luego degustarlos como si de ciruelas maduras se tratara: suaves, jugosos, que revientan suavemente en la boca al morderlos y que un par nunca son suficiente.
Una vieja leyenda ópata cuenta que el Carbunclo es ciego y, cosa rara, si un invidente de nacimiento se expone a la luz que sale de sus ojos, inmediatamente empezará a ver.
Se supone que si este pájaro es capturado, sus ojos perderán esta cualidad luminosa. Aunque es probable, que esta afirmación no sea cierta, porque hasta el momento no existen testimonios o pruebas fehacientes de que algún Carbunclo se encuentre en cautiverio en algún laboratorio o zoológico de este país.